A raíz del avance tecnológico contemporáneo, muchos expertos están debatiendo ya sobre la línea ética que acompaña en lo paralelo a esta fugaz transición que vivimos; de la última era industrial hacia la sociedad de la información y del conocimiento.
Córneas impresas en 3D en cuestión de minutos, prótesis médicas manufacturadas en un
fablab de una preparatoria, antibióticos capaces de atacar las más resistentes bacterias, entre otros hallazgos importantes de la ciencia y tecnología actual, resultan poco sorprendentes para las nuevas generaciones, al contrario son parte de nuestra cotidianidad.
A propósito, el escritor
Yuval Noah Harari advierte en su obra
Homo Deus quizá una de las teorías más controversiales – para la religión, la política y la sociología – propuestas hasta hoy
, “Cuando la humanidad posea poderes nuevos y enormes, y cuando la amenaza del hambre, la peste y la guerra desaparezca al fin, ¿qué haremos con nosotros? ¿Qué harán durante todo el día científicos, inversores, banqueros y presidentes?…Después de haber conseguido niveles sin precedentes de prosperidad, salud y armonía, y dados nuestros antecedentes y nuestros valores actuales, es probable que los próximos objetivos de la humanidad sean la inmortalidad, la felicidad y la divinidad…ahora nos dedicaremos a superar la vejez e incluso la muerte.”
¿Qué vamos a buscar después?
Si bien, nos caracterizamos por la resiliencia a las adversidades: decodificamos las problemáticas sociales, las resolvemos con tecnología, medimos, evaluamos y seguimos adelante; por naturaleza todo termina siendo un ciclo en el que también los retos y problemáticas a los que nos afrontamos resultan cada vez más complejos.
Al fin, Harari afirma que todas estas hipótesis no son deterministas y que -todavía – podemos cambiar el rumbo en el que desarrollamos y consumimos la tecnología. Sin embargo, sí tenemos que poner sobre la mesa qué haremos como sociedad muy por encima de los dispositivos tecnológicos; y específicamente lo que atañe a nosotros como generadores de política pública, debemos dejar claro cómo impulsaremos la innovación social y el emprendimiento de alto impacto.
¿Tendremos en un futuro cercano la capacidad de solucionar las problemáticas globales de forma más rápida? Si es así, la nueva discusión se debería enfocar en qué ejes serán imperativos en nuestras agendas de innovación?
Entendiendo la
innovación social como “
una solución novedosa para un problema social que es más eficaz, eficiente, sostenible, o justa que las actuales soluciones”, no hay duda que ésta se enfocará en disminuir las brechas digitales que se desaten por la desigualdad de oportunidades, – específicamente al acceso de tecnología aplicada en salud – o a abatir los estragos climáticos causados a nuestro planeta – definitivamente un reto que no desaparecerá de nuestra agenda – y no menos importante, la ciber seguridad – y todo lo referente a la protección de nuestra identidad virtual -.
(Soule, Malhotra, Clavier; 2018). Defining social innovation. Center for Social Innovation. Stanford University. Disponible en: https://www.gsb.stanford.edu/faculty-research/centers-initiatives/csi/defining-social-innovation